sábado, 28 de agosto de 2010

La radio no puede continuar

Alguna vez fue vista como un campo de experimentación sonora por figuras de la talla de Welles, Brecht, Beckett y Artaud. Sin embargo, por varios motivos, la radio parece haber renunciado a esa ambición creativa. Recuperarla puede ser una de las claves para revitalizarla.

*Por Ricardo Haye

Doctor en Comunicación Audiovisual. Docente e
investigador de la Universidad Nacional del Comahue

Aunque desde hace unas seis décadas resuenan las agorerías que profetizan su muerte, la radio cumple noventa años en medio de la febril actividad que la acompañó siempre, con altos índices de credibilidad y destacadas cotas de penetración popular. De todos modos, ahí nomás se encuentra un horizonte de cambio que solo la necedad puede hacernos ignorar.

La digitalización multiplicará la cantidad de señales sonoras que hoy congestionan el éter. A esa oferta ampliada, hay que sumar las miles de alternativas que se agregan a través de Internet. Streaming y podcast (*) mediante, vuelven anacrónica alguna especificidad como la fugacidad de los mensajes y desmienten que el oyente no pueda escoger el momento de la escucha.

Aquel concepto que Alvin Toffler acuñó para referirse a la sobrecarga de información, la infoxicación, se reactualiza en este tiempo.

Desde la perspectiva de las audiencias, más que antes, se agiganta la necesidad de desbrozar y organizar contenidos. Si bien ya existen servicios que indexan, siempre queda un amplio margen de duda acerca de su confiabilidad y el riesgo de manipulación que generan.

Por esa razón, las emisoras harían bien en robustecer su identidad, a fin de que los oyentes reconozcan inmediatamente sus rasgos característicos y se facilite su elección. Esa tarea de fortalecimiento comprende tanto al campo semántico como al estilístico.

La radio argentina, que no sólo dista mucho de ser la peor del mundo sino que suele dar muestras de significativa calidad, debería ensanchar sus campos temáticos a fin de introducir en su torrente discursivo nuevas unidades de sentido que amplíen el capital simbólico y cultural de las audiencias.

Pero, además, sería deseable que refresque y enriquezca su expresividad, en rumbo a una estética capaz de generar deleite en el público. Para lograrlo sólo hay que abrir cauces a la experimentación, diversificar las formas elocutivas y equilibrar de modo más armónico la participación de los elementos del texto sonoro. La palabra y la música, tan sobreabundantes, pueden contribuir cediendo espacios a los efectos sonoros, cuya capacidad referencial y pictórica está fuera cuestionamiento. La masa sonora debe asumir la vitalidad y el dinamismo que en su día posibilitó el estéreo y hoy expanden aún más los sistemas de sonido multicanal.

Por último, la forma más efectiva de vigorizar las propuestas y conferirles nítida individualidad la alcanzarán aquellas emisoras que apuesten a recuperar capacidad productiva antes que poner todas las fichas en un espontaneísmo vacuo, superficial y descomprometido.

Cuando florezca esta conciencia, los realizadores advertirán que la radio no puede continuar desnuda de arte y todos nos beneficiaremos con propuestas que acrecienten nuestra capacidad crítica y agudicen nuestra sensibilidad.

domingo, 30 de mayo de 2010

Fm Alas(El Bolson)...una radio diferente

A 20 años de su fundación, la emisora que alguna vez fue clausurada por el menemismo continúa siendo una herramienta de expresión popular. “Esta es una radio crítica, cuya esencia es tratar de cambiar el orden impuesto”, dice su director, Daniel Tornero.

"Queremos que en el mundo existan diversas y múltiples voces.
Que no sólo se escuchen aquellas que tienen que ver con el mercado y los grandes monopolios de la comunicación".
Hay que forzar bastante la imaginación para creer que a esa casita azul, que parece salida de un cuento, cierta vez llegó el brazo armado de la CNC (Comisión Nacional de Comunicaciones) con un objetivo fijo: cerrarla. Eran épocas de menemismo. De una secretaria de Recursos Naturales y Medio Ambiente –la señora María Julia–, cuya gestión coincidía con la quema de bosques en vastas tierras de Bariloche y aledaños. De sordera. Pero FM Alas –o la casita azul– resistió. A la orden de un juez federal le sucedió la irrupción de la Policía Federal. A dicha irrupción, la captura de los equipos de transmisión por la fuerza y el cierre de la emisora, por entonces la más escuchada de El Bolsón. Y a la clausura, una pueblada que determinó que las fuerzas del orden dejaran los equipos en la plaza de enfrente. “Lograron cerrarla y cortar la transmisión –cuenta Daniel Tornero, el padre de la criatura–, pero al rato la placita se llenó de gente y tuvieron que irse sin los equipos.” Podría empezarse por otros hechos para contar la historia soñadora y tesonera de esta radio comunitaria –a la altura de La Tribu o En Tránsito–, pero éste es seminal. Determinó no solo su “carta de presentación” ante el mundo mediático independiente sino también la atención de Eduardo Galeano, que terminó apersonándose en la zona para dar cuenta de su solidaridad. Estaba dicho: Alas tenía poder de vuelo para rato.

Fuentes:pagina 12-www.fmalas.org

sábado, 29 de mayo de 2010

Radio comunitaria y derecho a la comunicación.*Por Alfonso Gumucio Dagron

El debate sobre el derecho a la comunicación no se limita a la legislación sobre los grandes medios. América latina tiene una amplia experiencia en radio comunitaria de la que se puede aprender
.
La historia de la radio comunitaria en el mundo está en permanente construcción. América latina fue pionera a fines de los años cuarenta, cuando se estableció en Bolivia la primera radio de los trabajadores mineros en el distrito de Siglo XX-Catavi, y en Colombia, la primera emisora campesina, instalada por un cura joven en el valle de Sutatenza. Mucha experiencia se ha acumulado desde entonces. Con altos y bajos, con apariciones y desapariciones, como Ave Fénix las radios populares renacen constantemente y, aunque nadie puede esgrimir cifras exactas, se calcula que por lo menos diez a quince mil radios locales y comunitarias operan actualmente en nuestra región, sumando las legales y las ilegales, es decir, las amparadas por la ley cuando esta existe, y las que luchan por su legitimidad con el apoyo de las propias comunidades.
Tan solo en Brasil más de ocho mil están en espera de que se les otorgue una licencia para transmitir y muchas lo hacen aún sin licencia, aunque corren el riesgo de ser clausuradas por órdenes de Anatel, la empresa estatal de telecomunicaciones. En Perú, se estima que, de las más de cuatro mil radios locales que funcionan actualmente, aproximadamente la mitad lo hace sin licencia. En Guatemala, donde no existe ningún tipo de legislación sobre el tema, las radios comunitarias, que en su mayoría son propiedad de comunidades indígenas mayas, son perseguidas por un Estado que sirve a los intereses de los grandes empresarios de medios. En Bolivia, las radios comunitarias continúan multiplicándose, pero no existe una ley que las proteja y las promueva. Ningún gobierno se ha ocupado de ese tema, salvo el de Carlos Mesa, que por decreto supremo las reconoció e hizo un intento de definirlas.

viernes, 21 de mayo de 2010

--El aburrimiento del periodismo de Internet-- Por Omar Rincón * / desde Santa Fe de Bogotá entrevista pagina 12(Miércoles, 14 de mayo de 2008).


Si ya sabemos que el periodismo como se hacía está en crisis total y que Internet es el futuro que ya llegó, sabemos que el periodismo digital es lo que hay que hacer, pero no se sabe cómo. El periodismo de Internet se ha convertido en el único periodismo que se puede hacer porque la radio, la tele y la prensa imitan a Internet. El resultado: el periodismo actual aburre, nada imagina, poco sirve para la vida cotidiana y está mal escrito.

- Las cosas que sabemos del periodismo actual-

De tanto oír a los investigadores, a los expertos en realidad, a los periodistas viajeros, a las frases fáciles de mercadeo, uno terminó convencido de ciertas verdades irrefutables sobre el periodismo en los tiempos de Internet. Uno sabe, por ejemplo, que los medios periodísticos habitan una crisis de credibilidad, legitimidad y narración y que por eso la gente prefiere la ficción y el entretenimiento al estar informados.
Uno sabe que cada vez más los medios de información importan menos, que los jóvenes no leen, que las telenovelas duplican en rating a los informativos, que los periódicos descienden en ventas; menos mal que los políticos y gobernantes leen la prensa.
Uno sabe que la revolución se llama los medios digitales y las comunidades virtuales y que el periodista, en todas estas, viene sobrando porque se piensa “on line”; se vive en la egoteca de la propia opinión llamada blog y se celebran las nuevas comunidades juntadas por la tecnología a lo facebook.
Uno sabe que hoy no es necesario saber escribir porque todo es conectivo, sólo bastan los fragmentos y los links y listo: habemus información. Así, el lenguaje debe ser el de las audiencias, el pensar es el de la gente, los temas son on demand.
Si todo esto que uno sabe es cierto, no se necesitan periodistas intérpretes, ni escritores, ni mediadores; se requiere con urgencia periodistas que sepan manejar todas las tecnologías y la convergencia digital.
La paradoja está en que los gurúes concluyen que el asunto para el éxito del periodismo no es nada de lo de mencionado arriba, sino todo lo contrario, eso que viene del viejo periodismo: los contenidos. ¿Será cierto?
No, los contenidos no importan. Si el contenido importara, no habría que pensar “on line”, ni trabajar “on demand”, ni saber de todas las tecnologías, ni abusar del “yoísmo”, ni de nada de lo mencionado. Si el contenido importara habría buenas y únicas historias, cada medio buscaría tener una agenda propia, se intentaría el escurridizo punto de vista diferente para ofrecer nuevos marcos interpretativos, de seguro se le encontraría poesía al mundo de la vida, por supuesto se escribiría con cuidado y emoción y cada periodista dejaría de ser masa para buscar su propio estilo.
Pero no, lo que los weblólogos llaman contenido no es contenido. El contenido no es eso que uno conocía como ideas, reflexiones, historias, personajes, agendas. No, contenidos en los medios digitales son formatos, secciones, comunidades, interactividades, fragmentos. Los contenidos han devenido lo superfluo, los modos de seducir a los perdidos navegadores de la red. El artificio ha triunfado, la nada ha llegado a ser todo el contenido posible.
El resultado: un periodismo escrito, audiovisual y radial aburrido. Y un periodismo digital confuso y caótico. La calidad periodística se ha reducido. Se escribe mal, se fotografía peor, se narra perverso, el video ilustra o registra; la responsabilidad ética desaparece; la publicidad intrusiva abunda. Todo se puede, nada se comunica.
- Las cosas del periodismo del futuro-

Menos mal, ante toda avalancha de moda siempre hay resistencias y cada vez existen más periodistas contestatarios (¡más periodistas que medios!) que no se contentan con esas fórmulas de mercadotecnia digital. Y estos periodistas están avizorando que la cosa es por otro periodismo, uno que usando las tecnologías se parece más al viejo y uno más cercano a la emoción, porque puede narrar bien en diversos formatos. Esos periodistas atrevidos enfatizan que el periodismo es, desde siempre, una máquina de contar historias; que generar punto de vista y criterio para comprender el mundo de la vida es lo que requerimos; que no hay que fragmentar por devoción, sino usar cada dispositivo narrativo (fotos, videos, audios, palabras, diseño) para ganar en historias; que no porque la pantalla tenga más es mejor.
El periodismo digital y el escrito y el radial y el televisivo y el comunitario debe comprender que el asunto no es de mercadeo, ni de tecnologías, ni de contenidos, sino de narración. El periodismo debe seguir siendo la fuente de la conversación colectiva para la minoría que quiere saber del mundo. Para los demás están las comunidades de mercadeo de la llamados Facebook, MySpace, Hi-Fi, Second Life.
* Docente e investigador de las universidades de los Andes y Javeriana (Colombia)

“Hay lugar para 500 radios comunitarias”--Entrevista a Ernesto Lamas--

Es uno de los fundadores de FM La Tribu, y, probablemente, la persona que más sabe de ese tipo de emisoras en la Argentina. Explica cómo funciona el mercado actual y por qué defiende la ley de medios audiovisuales.

A fines de los 80 irrumpió en el dial una serie de radios que priorizaron su voz por encima de los parámetros que imponía le Ley de Radiodifusión derogada recientemente. Fueron “clandestinas”, “piratas”, “de baja potencia”, “truchas”, “comunitarias”, según quien las nombrara. De aquel gran boom radiofónico quedaron algunas emisoras como La Tribu que, con 20 años de vida, es la radio comunitaria más antigua de Buenos Aires. Ernesto Lamas es uno de sus fundadores y probablemente la persona que más sabe de radios comunitarias en la Argentina. “Ahora hay unas 500 en todo el país, pero la mayoría de ellas no son las mismas del comienzo de la democracia. Las que surgen hoy nacen asociadas a alguna organización social. La radio ya no es un fin en sí mismo”, dice quien además es un integrante de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC), una red que agrupa a alrededor de dos mil radios de este tipo en todo el mundo. Y desde La Tribu se impulsa la formación de nuevas radios comunitarias: en términos de mercadotecnia –que no utilizan– les brindan a otros grupos el know how. El resultado es una veintena de emisoras comunitarias, entre las que se destacan las del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) que ya cuenta con cuatro radios, una de ellas la única del país que transmite con energía solar.

–¿A qué considera la ley de medios como radios comunitarias?

–La definición que figura en la ley acerca de lo que es una radio comunitaria la impuso AMARC: que no tiene fines de lucro, que tiene una gestión participativa, que en su programación prioriza el acceso de voces que no aparecen en otros medios, que no tiene límites en su potencia ni está acotada geográficamente son algunos de los puntos salientes.

–¿Hay espacio para 500 radios comunitarias en el dial?–

Yo creo que sí, que hay lugar para 500 radios comunitarias, porque la mayoría de estas radios no
está en zonas conflictivas. Hace poco le otorgaron su licencia sin problemas a la FM Alas de El Bolsón, que viene luchando contra la explotación de las mineras, porque en esa zona el dial está muy limpio. También van a surgir radios de sectores que hasta ahora no participaban del espectro. Como por ejemplo los movimientos cooperativistas. De todos modos, esto no quiere decir que el 33% del dial quede conformado por radios comunitarias, sino que ése es el tope máximo permitido por la ley.

–¿Qué sucederá con el financiamiento? ¿Todas las radios deberán ser autosustentables?

–Las radios comunitarias que tienen una historia de más de 20 años en el país son sustentables. Es decir, como toda empresa, aunque éstas son sin fines de lucro, tienen problemas y logros. Y no han dependido de la publicidad oficial o de subsidios del Estado. Digo esto porque algunos legisladores que no saben muy bien qué es una radio comunitaria dejaron entrever que las radios sin fines de lucro son o van a ser todas oficialistas. Las radios tienen sus propias iniciativas creativas de sustentabilidad. Por ejemplo, La Tribu se sustenta con publicidad, organización de eventos, cursos de capacitación, edición de libros y videos, un bar y diversos proyectos de cooperación internacional. Clarín también es autosustentable, pero el modelo es otro: recibe millones de pauta oficial desde siempre, incluso durante la dictadura militar, y sin embargo no se autocalifica como “oficialista” aunque lo haya sido en numerosas oportunidades para lograr negociar algo.

–En cuanto al financiamiento la ley no les pone límites…

–La ley no pone ninguna restricción a la búsqueda de financiamiento, pero sí hay condicionantes que impone la personería jurídica ya que las radios comunitarias son mayoritariamente asociaciones sin fines de lucro. Por eso es que la ley crea un fondo de fomento que se financiará con un gravamen. Estaremos atentos a que haya un manejo transparente y que sea coherente con la definición de un medio comunitario.

–¿La aplicación de gravámenes tiene antecedentes en otras legislaciones?

–Sí, la ley argentina tomó el modelo de gravámenes de la española. Pero hay muchos otros casos. Canadá es uno de los países que más fomentó la aparición y sostenimiento de radios comunitarias. También es interesante el caso francés en el que las radios comerciales sostienen a través de un impuesto el 20% de las radios comunitarias. Esa no es una ley chavista, se aplica en Francia adonde hasta los años 80 no estaba contemplada la existencia de radios comerciales. O sea que ahí es la radio comercial la que sustenta en parte a las comunitarias. Aquí eso sería un escándalo.

–¿Puede suceder que radios comerciales tomen la apariencia de radios comunitarias para ocupar más porción del espectro?

–Es raro que se filtre algo así. Hay mucha prevención contra eso, pero puede suceder. En Brasil se dio el caso de un grupo que estaba vinculado al narcotráfico y quiso asociarse a una radio comunitaria como pantalla. Cuando se descubrió eso obviamente que el grupo fue expulsado. Pero el propio carácter de comunitario nos protege de esa situación, porque al ser todo más chico, todos se conocen y están implicados en los mismos objetivos.